Cuando hablamos del “ecosistema de la música,” nos referimos a los diferentes sectores que permiten que las canciones y sus derivados se desarrollen y evolucionen. Según Smith y Williams (2020), un ecosistema se define como “un conjunto de organismos que interactúan entre sí y con su entorno en un área determinada, formando una red compleja y dinámica de relaciones que les permite adaptarse y evolucionar” (p. 12).
De forma similar, me permito usar este término para describir el entorno de la industria musical, compuesto de diversos actores y condiciones que le permiten crecer y transformarse con el tiempo.
En el ámbito musical, podemos pensar en estos “actores” como aquellos que contribuyen al proceso de creación y difusión de la música.
Por ejemplo, en el primer sector encontramos a los creadores y productores musicales: compositores, intérpretes, estudios de grabación, ingenieros de mezcla, tiendas de instrumentos y software para grabación, y artistas visuales que crean las imágenes, videos y contenido en redes sociales.
Luego, tenemos a quienes organizan los espectáculos: managers, promotores, empresas de sonido, seguridad, boleterías y dueños de lugares para conciertos.
Un tercer grupo esencial son los medios de difusión: radio, televisión, influencers, podcasts, revistas y páginas especializadas. Finalmente, hay un grupo crucial que se encarga de la legislación y licencias para eventos y la gestión de los derechos de propiedad intelectual.
La forma en que estos sectores interactúan define el tipo de ecosistema musical en un país o región y, aún más importante, influye en cómo este ecosistema evoluciona, impactando políticas públicas y su expansión en mercados locales e internacionales.
El Ecosistema de la Música en Guatemala
En Guatemala, aunque el ecosistema musical es pequeño, ha dado pasos importantes, como la gestión colectiva de derechos de autor y derechos conexos a través de instituciones como Musicartes, Aginpro y AEI. Estas organizaciones representan los derechos de artistas nacionales e internacionales y están reconocidas por federaciones internacionales, ayudando a consolidar la industria musical en el país. Sin embargo, aún existen retos, especialmente en lo que respecta a fomentar el consumo de música local.
A lo largo de los años, he conocido compositores, cantantes y bandas guatemaltecas con un nivel de calidad impresionante en composición y producción. Sin embargo, el ecosistema actual aún no ofrece las condiciones necesarias para que las nuevas generaciones de músicos puedan presentarse de manera constante y lograr que su carrera sea rentable.
Hoy en día, la mayor parte de la música que se escucha en Guatemala es de repertorio de artistas extranjeros, y los reportes de asociaciones de gestión colectiva muestran que más del 90% de lo recaudado va a parar a manos de empresas y artistas extranjeros.
Aunque este dato podría parecer desalentador, también revela un “océano azul” en la industria creativa guatemalteca. Primero, nos muestra que a los guatemaltecos les encanta la música y consumen mucha.
Segundo, indica que existen formas de medir y mejorar las estrategias para consolidar la industria musical local. Y tercero, pone de manifiesto que Guatemala tiene lo más valioso: ¡buena música!
Es el momento de entender que la música no es solo de los músicos; es de todos: del público, del gobierno, de las empresas y de la sociedad en general. La música puede ser un motor cultural que posicione a Guatemala como un destino turístico y cultural atractivo, enriqueciendo nuestro país y la región centroamericana.
¿Qué piensas sobre el ecosistema musical en Guatemala?
¿Crees que hay otros elementos o actores importantes que deberíamos considerar? Te invito a compartir tus ideas y experiencias en los comentarios para enriquecer esta conversación. ¡Tu perspectiva puede ayudar a que entendamos mejor los desafíos y oportunidades en la industria musical de nuestro país!
Referencia:
Smith, J., & Williams, R. (2020). Ecología y sociedad: una introducción a los ecosistemas. New York: Academic Press.